viernes, 28 de mayo de 2010

La puerta de tu boca

Una puerta entreabierta
al destino. Una puerta
maciza como el hierro
de tus huesos, morena.
De madera, marrón,
---------de madera.
Como tu cara lisa
y tu suave melena.

Una puerta entreabierta
al olvido. Se cierran
tus ojos, no me miran.
Un portazo resuena.
Un cuadro se desploma
con tus gritos. Y llena
el suelo una vidriera
blanca. Yo, con mi pecho
roto, lleno de pena,
recojo los pedazos
y lamento tu ausencia,
pensando en tu partida,
en cómo me dejaste
--------el alma muerta.

Amiga,
te llevaste contigo
esa sonrisa tierna.


Jorge Andreu

domingo, 16 de mayo de 2010

Clavel marchito

Estás ahí tranquilo,
sentado entre las sábanas del vaso,
la cama que te puse
cuando llegaste.
Yo te veo y recuerdo
cómo fuiste aquella mañana cálida
de abril, y cómo ahogaste
tus penas en mis brazos.

Tan lejos está el día
en que dejé tu nombre aquí grabado.

Parece que ha pasado mucho tiempo.

Tus pétalos rojizos
en grises hojas, viejas, se han tornado.
No has querido más agua,
no has sufrido dolores,
tan sólo te has dormido.
---------------En tu vaso
las aguas se estremecen, agitadas
por un perfume fresco a crisantemo.
Hoy huelo a entierro.
---------------Hoy siento
tu tallo encanecido por los años
pasados en diez días,
y veo en tu cabello enmohecido
la fuerza de los ánimos
que ha extinguido cuanta vida tenías.

Se han roto los milagros,
se han puesto a sollozar hasta los gatos.

¡Qué veo! ¡Una hoja ha caído!
Ha recorrido el camino más largo.
Ha vuelto a los principios.
Ha sido ya testigo de la muerte.
Ya no le quedan datos
que conocer. Está cansado.

Se ha sumergido pronto bajo tierra.
Pronto descansará
en el sueño más plácido.

Yo he tomado dos sorbos
y así, tras días felices, he llorado.


Jorge Andreu

martes, 11 de mayo de 2010

Regreso del cementerio de libros

He llegado a casa con olor a papel usado, polvo y antigüedad, conmovido por la hermosura de un paraíso de libros y con un nuevo compañero bajo el brazo. Recuerdo cuando un buen amigo, cuya firma en aquella época era la machadiana Sol de Infancia, escribió en el blog de Libros y Libretas un artículo sobre el Cementerio de los Libros Olvidados, ese lugar que hay en muchas ciudades y que tanto recuerda al inicio de la famosa novela de Carlos Ruiz Zafón. En estas librerías de ocasión, mercadillo donde se pueden adquirir viejos ejemplares de reliquias literarias a muy buen precio, podemos encontrar seres abandonados por sus dueños, seres ansiosos de ver la llegada de una nueva persona que los transporte por las calles, que los introduzca en la mochila, los recorra con sus dedos y los saboree con sus ojos.

Acabo de dar fin a la última novela de Andrés Neuman, El viajero del siglo, la cual obtuvo el Premio Alfaguara 2009 de manera, creo, muy merecida —digo esto después de una lectura pausada de la obra, donde más allá de un discurso no demasiado bien elaborado (con sintaxis repetitiva a veces) he encontrado unas pinceladas muy bien trazadas sobre un lienzo ficticio y real a partes iguales, y unos personajes magníficos, mezcla del siglo XIX y del siglo XXI, mezcla de la realidad cotidiana y de la utópica, y una historia conmovedora que me ha hecho pasar buenos ratos de descanso durante la última semana.

Después de una conversación con una amiga de la facultad, una chica eslovena hermosa y simpática, durante cuyo transcurso he pedido una recomendación de algún escritor interesante de su tierra, he corrido a este mercado de libros viejos para adquirir un ejemplar de Alamut, la novela más famosa de Vladimir Bartol. Reposa sobre la mesa y se adapta a su nuevo hogar, a esperas de que lo tome entre mis manos e inicie la lectura. Esta noche le daré calor, le prepararé un lecho confortable en la estantería, y mañana por la mañana le mostraré mi cariño como un padre a su hijo. Porque sé que algún día se rebelará contra mí, como un hijo contra su padre; porque sé que mañana me abrirá sus brazos y me contará sus secretos, y yo acariciaré su espalda y oleré su cabello mientras hago como si lo amamantara. Mañana, pues, comenzará un nuevo viaje hacia Persia, y recordaré durante las sesiones de lectura la recomendación de mi buena compañera de clase. Gracias, amiga mía.

Cuánta nostalgia me trae cada visita a ese cementerio de libros olvidados. Cuántos libros quedan a la espera de que alguien los recoja por un precio inferior a su verdadero valor, que es mucho más de lo que se pueda pagar con dinero. Cuántas ganas tengo de rescatar a esos huérfanos. Lo haré poco a poco, con la ayuda de otros tantos amantes de la antigüedad y el papel ajado.


Jorge Andreu

martes, 4 de mayo de 2010

Clavel, amigo del hombre

Tengo un clavel sobre la mesa.
Me mira, cansado y atónito,
como si buscara un motivo,
tan sólo uno, para el rojo
de sus pétalos amar, para
no pensar en mí con enojo.
Yo suspiro al verlo ante mí,
discreto aún ante mis ojos,
y es tan claro como una vida
su pétalo caído. Sólo
busco el placer de demostrarte
-------------—le digo— todo:
estás aquí por tus colores,
desde tu llegada no lloro.

Llegaste a mí aquella mañana
brillante y roja cuyo soplo
de calor trastocado, sucio,
me condujo a tu lado, al fondo
de un viejo jardín. De la lluvia
anterior naciste.
-------------------Te toco
con suave caricia los pétalos,
intento animarte, lo logro
y viertes tu lágrima gris
sobre ese tallo verde y roto.
Yo siento en el fondo del agua
cien ondas de un giro sonoro.

Regreso al presente: tú vives
cansado del mundo, de todo,
casi igual que tu amigo, que este
mortal infeliz. De algún modo
teníamos que parecernos.
Por eso, clavel, yo te adoro.

Por eso te agradezco los esfuerzos
por hacerme saber que no estoy solo.


Jorge Andreu
30 de abril de 2010