lunes, 30 de septiembre de 2013

Los papeles de Marcel (XXXII)

                        Empieza el cielo gris
                        a lanzarnos hacia el recogimiento
                        de la desconsolada reflexión.

                        La lluvia inyecta de frescura
                        el calor de cuantas ensoñaciones
                        cruzaron el verano. Sobre el hombro
                        se arrastran hoy sus gotas
                        como hormigas licuadas.

                        Soy un tronco al que trepan tantos nervios.
                        Y tiemblo de humedad y malas predicciones.

M. Camino

domingo, 29 de septiembre de 2013

José Antonio Llera - Rostros de la locura (2013)

La locura, tal vez uno de los miedos y síntomas más frecuentes en toda la humanidad desde el principio de los tiempos, está presente en la producción artística desde muy diversas perspectivas y representa desde el ingenio hasta la monstruosidad de la persona. El profesor José Antonio Llera, de la Universidad Complutense de Madrid, realiza en este libro un repaso por tres figuras distanciadas en el tiempo por más de un siglo: Cervantes, Goya y Wiseman, escritor, pintor y cineasta respectivamente, que tratan, cada cual a su manera y para el mundo, el tema de la locura. Así pues, Rostros de la locura  (2013) representa un análisis triangular de un tema universal movido a debate a lo largo de los siglos.

Cervantes impone su ingenio sobre el personaje de don Quijote, que con el contraste de Sancho Panza sirve de modelo para la figura de lo que se ha dado en denominar locura reversible. Porque, ¿acaso tenemos la certeza de que Alonso Quijano se ha vuelto loco de tanto leer libros de caballería? Si nos paramos a pensar —y así lo han hecho multitud de teóricos y escritores desde la aparición de la novela inmortal— en la cordura de don Quijote, muy fácilmente llegaremos a la conclusión de que el personaje goza de una lucidez superior a la del hombre de la calle, justo por mirar la vida a través del filtro de la literatura. La reversibilidad de la locura consiste en descubrir que la vida se convierte en problema desde el momento en que la literatura no ayuda a afrontarla: es lo que le sucede al acabado Alonso Quijano en su lecho de muerte, teóricamente cuerdo después de haber vivido sus tres salidas rodeado de locuras por todas partes.

Por otro lado, la deformación y lo grotesco en la pintura de Goya, en especial en Corral de locos y en La casa de locos, sirven al autor de este ensayo para considerar la enfermedad mental como una degradación física que, además, une a quienes son considerados unos monstruos por la sociedad. El estudio de la imagen estática supone un punto de apoyo para una posterior evaluación de la imagen en movimiento del cinematógrafo, que el profesor Llera realiza a partir de Titicut Follies (1967), la polémica película-documental de Frederick Wiseman en la que retrata el ambiente de un hospital mental y, con éste, las atrocidades a las que son sometidos los internos.

Por último, esta locura en movimiento, un paso adelante en la representación de la enfermedad en imagen, no deja de ser una creación por vía del lenguaje: literario, pictórico y cinematográfico en estos casos, todos artísticos frente a la consideración social de la enfermedad mental de la que beben sin remedio. La recapitulación, la unión de estos tres lenguajes conectados por tres siglos en el tiempo, nos lleva a la conclusión de que la locura es un tema fundamental del arte y que, en sus diversas manifestaciones, con frecuencia representa la cordura. Se dice que en ocasiones conviene disfrutar un poco de locura para no perder los papeles, y este estudio es un claro ejemplo de ello. 

José Antonio Llera ha llevado a cabo una labor de recolección que no sólo considera a estos tres pilares de la creación artística, sino que además atraviesa las teorías de la psiquiatría y la filosofía de todos los tiempos. Una lectura más que recomendable por cuanta verdad representa hablando de las mentiras que se han arrojado sobre el mito del enfermo mental.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Los papeles de Marcel (XXXI)

                     A veces al papel le falta jugo
                     y no hay donde exprimir.

                     La pluma es un punzón
                     que pincha sobre hueso
                     y ni el hueco blanco de la desdicha
                     le ofrece salvación.

                     Entonces,
                     estamos condenados
                     a ser silencio
                     sin rastro de palabra.

M. Camino

sábado, 21 de septiembre de 2013

Juan Bonilla - Cansados de estar muertos

Hasta a las personas más solitarias del mundo, esas que parecen no necesitar la ayuda de nadie, les viene bien una confesión. Cansados de estar muertos es una novela que habla de esa necesidad implícita en las palabras de los personajes solitarios. La barra de la cafetería del tanatorio, que no cierra a medianoche, cuando los bares  ya han despedido a sus últimos clientes, es el punto de partida para los nudos que unirán a un conjunto de extraños personajes cansados de estar muertos. 

La chispa se reaviva cuando el señor Fausto Urpí, coleccionista de ausencias y recuerdos, coincide con una cara conocida en la cafetería del tanatorio: en un principio piensa que se trata de Claudia, la mujer a la que amó en silencio desde el instituto y a la que escribió un sinfín de cartas que no obtuvieron respuesta, pero tras una primera toma de contacto con la muchacha descubre que es su hija Morgana, que ha venido a velar el cadáver de su madre. Morgana, con su olor a mandarinas, es estudiante de Matemáticas y guarda un pasado incómodo en su vida familiar que, junto con una película de Bertolucci, la unirá a Fausto. A su vez, alrededor de ambos giran las peripecias del comandante Aliguieri, poeta inmerso en la redacción de un canto épico sobre la historia desordenada del siglo XX, el celador Chopped con su perverso modo de mirar a los muertos y el rey Arturo, que espera la visita de la muerte en el edificio donde un doberman vigila cada movimiento de Fausto. En los entresijos de esta red se encuentran los motivos por los que todos ellos viven en soledad y necesitan en alguna ocasión la compañía de otra persona porque están cansados de vivir sin ganas.

La construcción de la novela es como una cascada de la que chorrean nuevas historias cada vez. Desde el primer encuentro entre Fausto y Morgana en el tanatorio, las vivencias de ambos dan lugar a la incorporación de nuevos compañeros y a la intervención de terceros en una trama que, sin dejar de ser cotidiana en todo lo que respecta a vivir la vida sin ambiciones y amarla aunque duela, resulta de lo más estrambótico, tanto que en ocasiones las situaciones relatadas despiertan la sonrisa del lector. Juan Bonilla sabe arrojar sobre la mesa al mismo tiempo las cartas del humor y las de los sentimientos más amargos del ser humano, con una destreza en la narración que, si bien peca de exceso de información en algunos pasajes, en otros convierte el lenguaje en un arma de doble filo que penetra en las entrañas con dos pinceladas poéticas y hace que uno le perdone cualquier exceso anterior.

La lectura de Cansados de estar muertos es una experiencia enriquecedora por varios motivos. En primer lugar, porque el elenco de personajes se presta a ello, dada su originalidad en el retrato de seres a primera vista despreciables. En segundo lugar, por el tempo de la trama, que se desarrolla a gran velocidad sin pasar por alto los detalles más concretos de los caracteres. Y por último, porque el hecho de dejar sobre el papel constancia de una serie de comportamientos de los que todos los seres humanos son capaces aunque no lo asuman es, en mi opinión, un acto de valentía. Motivos más que suficientes para enfrentarse a una novela que, en mi opinión, si algo no provoca es indiferencia.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Eduardo Mendoza - La ciudad de los prodigios

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) está considerado por la crítica y por los lectores como uno de los mejores escritores de nuestro tiempo, que se dio a conocer con La verdad sobre el caso Savolta (1975), una espléndida novela a la que siguieron títulos como El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y Sin noticias de Gurb, en una amplia gama de registros que van desde la comicidad más disparatada hasta la crítica más mordaz del mundo que nos rodea. La novela de la que voy a hablaros es sin duda una espada de doble filo según se lea.

La ciudad de los prodigios (1986) recupera la historia de aquella Barcelona en construcción que entre 1888 y 1929 vivió dos Exposiciones Universales, y con ella el cambio de siglo y todos sus acontecimientos que afectaron de manera significativa al transcurso de la Historia de España. Onofre Bouvila, su protagonista, llega a una pensión de la ciudad cuando todavía es un muchacho procedente de la Barcelona agreste. Viene en busca de un empleo y muy pronto se verá envuelto en el reparto de folletos anarquistas, actividad clandestina que será el comienzo de un desarrollo de su condición a la manera de las novelas picarescas. De este modo escalará puestos en la sociedad hasta convertirse en un personaje poderoso entre la sociedad barcelonesa, de quien todos comentan la manera en que llegó a hacerse millonario. Levantará la industria del cine al mismo tiempo que jugará sucio con la especulación inmobiliaria para hacerse con el mayor poder financiero y será respetado por unos, temido por otros, querido a veces por las mujeres. 

La materia picaresca de esta novela sirve de punto de partida para la evolución de su personaje principal. Sumido ante diferentes amos en un principio, Onofre Bouvila se convertirá en el tirano carente de escrúpulos que manda a sus súbditos a hacer las mayores atrocidades con tal de lograr sus objetivos. Visto desde otra manera, este crecimiento puede entenderse como un declive de su moral, muy propio también de la picaresca, pero en especial —para la actualidad de la novela— del mundo capitalista. Onofre pasa de ser un niño inocente enamorado de una jovencita de la pensión a convertirse en un magnate al que ciega el dinero.

El telón de fondo de esta historia a ratos desternillante, las más de las veces cruel y tierna en contadas ocasiones, lo constituyen los avances de la Historia de España, la pérdida de las colonias, el cambio de siglo, la Primera Guerra Mundial y la dictadura de Primo de Rivera, con las dos Exposiciones Universales de Barcelona como punto de partida y de llegada. Por si fuera poco, en el transcurso de la novela también se da voz a personajes reales como Mata Hari o Rasputín.  

En consecuencia, estamos ante una novela histórica que no cumple los patrones del género, una novela picaresca actualizada, una crítica al poder, la corrupción y la ambición de los magnates. Una de las mejores novelas de Eduardo Mendoza, que hay que leer con sosiego para aprovechar cada secuencia como una lección.