Estaba Marcel esta tarde sentado en un banco del conservatorio, con un libro de Elytis entre las manos y ensimismado en algunos versos, cuando resonaron los pasos de un rebaño de músicos de corta y tierna edad, confundidos con el griterío y los ecos del patio. Mi amigo abandonó la lectura y sacó su libreta para garabatear un divertimento que más tarde me ha confiado. Desde la sombra, con una sonrisa tímida, espera que os guste:
Pequeños músicos celebrando el final de una jornada
Está a mi lado el campo turbulento
de niños cantarines, contrabajo
vibrante de recuerdo y desparpajo
frotado por el arco de un momento;
igual que un aleteo, este tormento,
de moscas pululando por lo bajo,
en tiempos ya remotos me distrajo
y ahora se me antoja tan violento;
así es la sensación que reverbera
bajo estos arcos, tan sólo un segundo,
reflejo de una angustia pasajera:
¿quién iba a mí a decirme que el profundo
misterio de este cuadro sólo fuera
la síntesis existencial del mundo?
Jorge Andreu
28 de noviembre de 2011
2 comentarios:
Qué buen soneto Jorge.
Gracias, amigo. Bueno bueno... no sé, pero espontáneo sí que fue, te lo aseguro. Me alegro de que te guste.
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