cuando rompe el murmullo de la tarde
con su trino imprudente.
Sus notas eternizan el segundo
que tarda un lector en cerrar su libro
matando al personaje.
Y cuando el dedo silencia su canto
para atender a la voz electrónica
de un buzón sin garganta,
retumba la paciencia contra el techo
de saber que otro instante inabarcable
la aleja del placer.
M. Camino
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