sus santas sensaciones. Su sonoro
silencio siembra el signo que yo añoro:
el silbo rosa de la primavera.
Se sabe como un sol, y desespera
si siente hacia tus sueños un decoro,
pues sufre mientras se alza con su lloro
el sitio de tu suave y vil cadera.
Se salen los siseos de su boca,
se vuelve cuerdo cuando estabas loca
si al darte nombre su hilo de voz mengua.
Le secan la saliva sus sabores,
los cantos libres de esos ruiseñores,
los vientos que se esconden tras su lengua.
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