Me he llevado meses detrás de este libro, desde que escuché una entrevista con Jesús Vigorra en El Público Lee, pero como tantos otros, por más que lo perseguía no hallaba el momento adecuado para leerlo. Así que gracias a la propuesta de
María, acepté la lectura compartida y ahora acabo de leer la última página de esta novela, de gran extensión y mayor calidad.
María Dueñas es doctora en Filología Inglesa e imparte clases en la Universidad de Murcia, de lo cual deduzco que su papel de escritora se deriva de su afición por la literatura, y no del afán de alcanzar mayores pretensiones, como en efecto me hizo pensar en la entrevista con Vigorra: ha escrito una novela con mucho gusto y el hecho de que se haya convertido en líder de ventas ha sido producto más bien del boca a boca. En efecto, es una novela merecedora de la cifra de ventas que ha alcanzado.

El tiempo entre costuras es muchas cosas a la vez: es una novela histórica —con bastante rigor según aclara en las últimas páginas y con la bibliografía—, que transcurre en la primera mitad del siglo XX, con las dos guerras mundiales y sobre todo la guerra civil española y la posguerra como marco cronológico; es una novela picaresca en el sentido en que su protagonista se ve sometida a las órdenes de diferentes personas —desde su madre y la modista con quien trabajaba de pequeña, hasta el capitán Hilgarth, para quien desempeña una labor de espionaje—; y es una novela de detectives en la que se investiga desde la clandestinidad a una serie de sospechosos de filiación con los nazis.
La historia de Sira Quiroga, una mujer que trabajó desde su niñez junto a su madre en un taller de costura, que se prometió con Ignacio Montes y al final se fue a África con Ramiro Arribas, contada por ella misma muchos años después, es la historia de una heroína que supo sacar fuerzas de la nada para ganarse la vida. Los infortunios a los que se enfrentó —una acusación de robo, con sus consecuencias; una constante persecución— hicieron de ella una mujer fuerte, que desde la clandestinidad fue capaz de proporcionar a los ingleses información muy valiosa gracias a su astucia. Los azares se mezclaron con las obligaciones: gracias al apoyo económico de una amiga, montó un taller de costura en Tetuán, donde se dedicó a hacer vestidos para ganarse la vida; pero ese trabajo se convirtió en el motivo por el cual quisieron enviarla a la España de la posguerra con el objetivo de investigar a una serie de personajes sospechosos. A partir de ahí, con esa mezcla de la costura y el espionaje, la narración acelera cada vez más y transporta al lector, por medio de reuniones, trenes y bordados, a un mundo en el que los verdaderos actos de las personas estaban ocultos y a la luz sólo salían las apariencias de la normalidad.
No he podido dejar de leer la novela como si se tratase de materia picaresca, porque no he parado de ver similitudes con el género: Sira Quiroga es una mujer que poco a poco pierde su inocencia, aprende a enviar mensajes ocultos dentro de un bordado y se convierte en espía a medida que transcurren los años, sin que nadie se encargue de ofrecerle mayor adiestramiento que la experiencia de hacerlo todo por primera vez. Por eso, el hecho de que pase de mano en mano no me parece azaroso: desde las órdenes de doña Manuela Godino hasta las de Alan Hilgarth, Sira desempeña siempre el mismo oficio, pero cada vez de un modo distinto y con una finalidad diferente. Los tejidos de su carrera, pues, dan como resultado un personaje lleno de aristas, sentimientos y, sobre todo, desprovisto de ingenuidad: un personaje astuto, pícaro, el mejor de los espías.
Temas como el azar y el amor —la máquina de escribir que truncó su destino—, la costura —que la narradora utiliza para hilar toda la trama— y la política —a lo largo de extensos diálogos sobre la situación de España— se entrelazan en la historia para conformar una novela bien compuesta, que engancha desde el principio y cuya tensión casi no decae a lo largo de 600 páginas, un logro importante. Al menos, esa es mi opinión.
Me vais a permitir que, por primera vez, haga como
Vero en sus reseñas y le ponga al libro una nota buena y otra mala:
—Como calificación general le pondría un 9.
—Lo mejor: la viveza de los diálogos, la evolución del personaje principal, el contrapunto de los personajes secundarios y la tensión creciente de la trama.
—Lo peor: el desenlace. Me ha dado la sensación de que después de tantos acontecimientos todo se resuelve en veinte minutos más de lectura. No obstante, me parece una buena novela y no la despreciaría por ese final.
—Conclusión: una novela de lectura recomendada. Bien escrita, divertida y emocionante a partes iguales.