lunes, 30 de julio de 2012

Los papeles de Marcel (I)

QUISIERA ARRANCAR LOS BRAZOS AL SOL
por colarse en las ventanas
de un cuarto sin deseos de grandeza.


domingo, 29 de julio de 2012

Ramiro Pinilla - Las ciegas hormigas

Ramiro Pinilla es uno de esos autores que he descubierto dos veces. La primera fue gracias a una de mis manías: entrar en las novedades de las librerías. Allí encontré el título, recién editado en Tusquets, de Las ciegas hormigas e inmediatamente busqué información sobre el autor, además de anotarlo para una futura lectura. Dos años después, cumpliendo con otra manía —la de entrar en la biblioteca pública cada vez que paso por delante y merodear en busca de títulos nuevos—, me reencontré con ese apellido que había olvidado: eran tres volúmenes titulados Verdes valles, colinas rojas. Por eso he descubierto dos veces a este autor. Ahora que he leído la que fue su primera novela, siento cierto interés por leer esa inmensa trilogía.

Las ciegas hormigas habla de las necesidades del ser humano. Un día cualquiera, el temporal arroja un barco inglés a los acantilados de Getxo y hace que desprenda carbón por las peñas. Entre los habitantes del pueblo que preparan las carretas para ir de noche en busca del carbón, están Sabas, su hijo Ismael y el resto de su familia, que se apresuran para cargar el mayor número de sacos posibles, sin tener en cuenta la tragedia que está a punto de arrasar el núcleo familiar. Mientras tanto, cada miembro está demasiado ensimismado en sus asuntos como para prestar atención a lo que sucede alrededor.

Uno de los detalles más importantes de la novela es su voz narrativa. Ismael es el hijo pequeño y es quien cuenta, desde la madurez, el transcurso de los acontecimientos. Pero al mismo tiempo cede terreno a las voces de la familia, y en ese momento cada uno cuenta una parte de la historia filtrada por su punto de vista, donde pueden apreciarse sus obsesiones: Cosme ensimismado con su nueva escopeta, la abuela sólo preocupada por su Dios, el tío Pedro que sólo quiere beber vino y más vino, Sabas prestando atención sólo a la necesidad de carbón para su caserío. De esta manera se desarrolla la historia al mismo tiempo que los personajes, lo cual me parece un acierto.

Por otra parte, tenemos una serie de miembros de la familia que sólo hacen de contrapunto a los dos elementos principales: el pequeño Ismael —que tiene la gran responsabilidad de narrar los sucesos más importantes y, además, la de apoyar a su padre cuando los demás no lo hacen— y Sabas, el padre que impone su manera de pensar sin darse cuenta de que la desgracia empieza a cubrirlo. La relación paternofilial es una demostración más de cómo la figura paterna representa un símbolo heroico durante la niñez.

El único aspecto negativo que he encontrado en la novela es la forma de algunos pasajes, que parecen escritos a la ligera, como si el autor no se hubiera molestado en revisarlos. Pero salvo en esas páginas de periodos con paréntesis excesivamente largos con datos superfluos, la mayor parte de la novela es de una lectura muy agradable, y el tema cala bastante hondo. Creo que es una buena obra para reflexionar sobre los tiempos que vivimos. 

viernes, 27 de julio de 2012

Javier Fesser - Camino

Las películas, como la literatura o la música, no están hechas para sorprender al final: si tienen un final inesperado y el desarrollo está vacío, la cinta no funciona; en cambio, si el desarrollo goza de cierta riqueza de matices y redondea poco a poco los elementos de la historia, la película funciona aunque pueda preverse el final. Camino evita el final previsible al situarlo en la primera escena, porque desde los primeros minutos se sabe que el personaje encarnado por Nerea Camacho morirá en una habitación de hospital rodeada de médicos, enfermeras y cruces. Pero lo importante no es que muera o se salve, sino la lucha que emprende esa niña contra la muerte.

Dirigida valientemente por Javier Fesser, la película nos cuenta el descubrimiento del amor por parte de Camino en la figura de un chico llamado Jesús, junto al que quiere protagonizar una representación teatral de La Cenicienta. Pero la repentina aparición de un tumor maligno en las cervicales le impide desarrollar todos sus planes. Desde entonces, la vida de Camino se reduce a duras operaciones y tratamientos, a rezos con su madre, que pertenece al Opus Dei, y secretos con su padre, mientras su mejor amiga la informa de lo que sucede en el mundo exterior. 

¿Cómo se puede mantener a un espectador durante casi hora y media en constante tensión —mezcla de sufrimiento y odio— con una narración? Pensar en un padre que está a punto de perder a su hija enferma de cáncer es duro, pero lo es aún más si pensamos que su madre da gracias a Dios porque su hija tiene esa enfermedad. ¿Cómo puede una persona, en el colmo de la credulidad —lo que llaman fe—, vanagloriarse de tener una hija enferma y alegrarse de su muerte inminente? Existen las personas así, hay toda una secta que se dedica a ello, y creo que como personajes aparecen muy bien retratadas: son sus palabras las causantes de esa sensación de odio, son los acontecimientos que las rodean los que despiertan el llanto. 

Sin duda alguna, pienso que esta película ganadora de nada menos que 6 Goyas es una de esas experiencias que ningún aficionado al cine debería perderse. Las actuaciones de Nerea Camacho y de Carme Elías (la madre) son motivos más que suficientes para verla, además del guión. Lo único que en mi opinión decae un poco es la banda sonora, pero por la intensidad del guión, por la fuerza de cada escena, uno puede perdonarle cualquier cosa. 

martes, 24 de julio de 2012

Emilio Aragón - Pájaros de papel

¿Quién ha visto alguna vez al ser humano volar? Todos lo hemos deseado. Los personajes de esta película lo consiguen, aunque dentro del escenario, porque el telón de fondo es una realidad tan dura que merece la pena tomarse un respiro. 

Pájaros de papel es la primera película de Emilio Aragón como director, y he de decir que apunta maneras. El conjunto de artistas de vodevil que protagonizan esta historia sobre la supervivencia en tiempos de guerra está formado por un músico, un ventrílocuo, una cupletista y un huérfano. Jorge del Pino y Enrique Corgo (Imanol Arias y Lluis Homar, respectivamente) ejercen una especie de paternidad sobre el pequeño Miguel (Roger Príncep), una familia extraña en un mundo tradicional que arrebata a las familias tradicionales para volverlas extrañas; y con el contrapunto de Rocío Moliner (Carmen Machi), papel muy representativo que contrasta con todas las desgracias de que se ven envueltos los personajes, tenemos un cuadro que conduce al espectador a través de la trayectoria de actuaciones, discusiones privadas, tensiones públicas e injusticias que reflejan las vidas de quienes trataban de sobrevivir durante la guerra. Y volar como los pájaros de papel.

Con este estreno en el mundo del cine como director, Emilio Aragón deja el listón bien alto, lo cual es muy buena señal. Las actuaciones son estupendas, con una importancia particular en el caso del niño; la música, compuesta por el mismo director, se ajusta como la licra a los personajes y las escenas en que aparece; el guión está lleno de momentos espectaculares y la narración no se detiene nunca más de lo necesario. Como resultado, tenemos esta obra de arte que una vez más deja claro que el cine español no es cine malo. Que hay muchas joyas cinematográficas en este país y aún quedan muchas por venir. Ojalá con tanta fuerza.

sábado, 21 de julio de 2012

Juan Marsé - Si te dicen que caí

Algunos de vosotros sabéis que Juan Marsé es uno de esos autores a quienes sigo la pista. Desde que recibió el Premio Cervantes mi interés ha ido en aumento hacia su obra: empecé por Rabos de lagartija, que me pareció espléndida, y después, como por azar, hice aquella reseña de Caligrafía de los sueños con la que participé en el concurso Price Minister, gracias a la cual resulté ganador. Luego leí, por supuesto, la novela, que volvió a impresionarme. Pero ninguna me ha calado tanto como Si te dicen que caí. Parafraseando la cita de Eduardo Mendoza que aparece en la solapa de la edición de Debolsillo, Marsé no escribe una página donde no suceda nada interesante. La lectura de sus novelas siempre es una aventura, aunque en este caso la aventura sea una escarpada cuesta.

Si te dicen que caí está formada por una serie de testimonios de niños de la posguerra que se sentaban en corro a contarse «aventis» y que ven con ojos diferentes la realidad cruda del Franquismo. Y es por los distintos testimonios y la participación de los niños que los discursos se entrecruzan en una línea magistral de casi cuatrocientas páginas de juegos sucios, acciones detectivescas, travesuras y tormentos. No podría resumir la historia en pocas palabras, pero sí la novela: imprescindible, porque así la considero. Aunque las imágenes son duras, difíciles de digerir en ocasiones, no hay nada más fiel a la realidad.

Marsé habla en el prólogo del modo en que escribió esta joya, sin tener en cuenta la censura ni el público, y creo que acertó en todo cuanto hizo. De lo contrario, tal vez no se trataría de una de las novelas más representativas no sólo del autor, sino de una generación de escritores que se han dado en llamar la Generación del 50, donde se dice que primaba el tema social. Este es un claro ejemplo. Hasta estos días del verano, creo que es una de las mejores lecturas que he hecho.

martes, 17 de julio de 2012

Gerardo Olivares - Entrelobos

Desde que oí la entrevista que Jesús Vigorra hizo a Gerardo Olivares y al recién presentado Manuel Camacho con motivo del estreno de Entrelobos, sentí curiosidad por la película, y al verla sólo me arrepiento de una cosa: de no haber ido al cine en su momento, porque los paisajes hubiesen valido la entrada para verlos en pantalla grande.

Entre lobos es la historia —basada en un hecho real— de Marcos Rodríguez Pantoja, un niño de siete años que su padre vendió a un cabrero de Sierra Morena y que sobrevivió gracias a los lobos. Un argumento sin más complicaciones que las del aprendizaje de la montaña. Y sin embargo, una tierna experiencia de crecimiento junto a la naturaleza.

Para mi gusto hay algunos aspectos muy destacables. Por una parte, los personajes permanecen en silencio o pronuncian quejidos durante casi toda la película, lo cual podría llegar a aburrir, pero las secuencias están dispuestas de tal manera que a lo largo de la mayoría hay sucesos importantes. Esta técnica aporta mucho valor porque acerca una película reciente a los tiempos más primitivos del cinematógrafo: las películas mudas. 

Me parece muy característico el lenguaje de los personajes, propio de la sierra cerrada y con el dejillo del campo. Un rasgo que, por cierto, no saben interpretar algunos actores del reparto, dada la incapacidad de muchos para la aspiración de la jota. 

Por otro lado, el hecho de basar la historia en un hecho real, y así lo prueba la aparición del personaje inspirador del argumento como colofón —no revelo nada importante al decirlo—, hace que me haya atraído más, pues por mi mente siempre ronda una pregunta: ¿cómo hacer que una historia real se convierta en ficción sin exagerar los momentos más propensos a la exageración por la que siente debilidad el artista?

La intervención de Juan José Ballesta en la interpretación del joven Marcos al final, aunque dure poco tiempo, aporta una fuerza muy significativa a la película: refleja en quién se ha convertido el niño que aprendió a comunicarse con los lobos y a no necesitar a la sociedad para vivir feliz. 

Por último, la banda sonora, la interpretación de Manuel Camacho, la ambientación y, sobre todo, el trabajo con los animales y las cámaras, junto con los expuestos más arriba, creo que son motivos más que suficientes para ver la película. Os la recomiendo, no tiene desperdicio.

domingo, 15 de julio de 2012

Ricardo Piglia - Blanco nocturno

Desde no hace mucho tiempo, cada vez que encuentro un nuevo blog de literatura leo una reseña sobre la última novela del argentino Ricardo PigliaBlanco nocturno. No es por azar, porque desde su publicación ha recibido nada menos que cuatro premios importantes: el premio de la Crítica del año 2010, el premio Rómulo Gallegos 2011 en Venezuela, el Premio Internacional de Novela Dashiell Hammett 2011 y el premio Casa de las Américas de Narrativa José María Arguedas 2012. Con ese currículum, uno busca encontrarse con un novelón. A mí, sin embargo, me ha faltado mucho para quedar satisfecho.

Blanco nocturno es la crónica de cómo el periodista Emilio Renzi asiste a la investigación policial de Croce por el asesinato de un tal Tony Durán, venido desde Norteamérica a un pueblecito de Buenos Aires para acaparar la atención de todo el mundo, incluso de las hermanas Belladona. Con este asesinato empiezan a desprenderse poco a poco los lazos de una historia familiar, la de Luca y Lucio, la de Sofía y Ada, la de su padre de matrimonio fracasado, que en voz de varios narradores se entrelazan a lo largo de la novela mientras prosigue la búsqueda de un culpable. En este caso, la identidad del culpable, los motivos de su actuación, no son importantes: lo que necesita Piglia es reflejar los vicios de la sociedad que rodea a los personajes.

Me ha parecido interesante la mezcla de voces a lo largo de la narración, pero creo que hay momentos de ésta que tal vez no debieran haber salido a la luz. Con todo, lo que más me ha llamado la atención es ver que mientras el narrador prosigue con su explicación de los hechos, aporta el carácter de crónica con notas a pie de página en las que cita periódicos, declaraciones de personajes o aclaraciones sobre algo recién dicho en el cuerpo del texto, a fin de aumentar la veracidad del relato. La novela se lee muy rápido, con mucha facilidad, pero es cierto que a menudo terminar una secuencia de tres o cuatro páginas me ha llevado a pensar si realmente ha sucedido algo importante. En fin, eran mejores las expectativas, pero al menos ya puedo decir que he buceado entre sus páginas, y que según avanzaba la lectura aumentó el interés.

jueves, 12 de julio de 2012

Envidia

A cinco millones de personas

Siempre me gustó este sendero. Así, todo poblado de hierbas oscuras, donde a esta hora ya no pega el sol, donde la brisa ya permite pasear sin derramarme de bochorno. Por eso he venido, por eso pretendo llegar hasta el fin del camino, disfrutar de las vistas y regresar satisfecha de haber hecho un buen viaje. 

Por esta senda corren deportistas de cuerpos esmirriados, aún tan blancas sus espaldas que diríase que son migas de pan. Pasan por mi lado como si los arrastrara el viento, y apenas saludan. Al despegar la vista de la hierba, diviso a lo lejos dos montañas, donde se esconde el sol. Brillan sus destellos tras la silueta, y por el murmullo que envuelve el paisaje, algo así como un quejido del planeta al llorar, parece que la luz rozara ambas cumbres causando en ellas un estremecimiento de placer. Me consuela pensar que allí, al final del camino, encontraré un lugar apetecible.

Recorro a paso lento este campo, sin dejar de sentir en ningún momento la lengua del tiempo, que me susurra en la nuca y acaricia mis orejas. ¿Será el recuerdo de un amante? Hace tanto que dejé de sufrir sus abandonos. Estoy vieja ya, sólo sirvo para andar a tientas por los restos de una vida que voló por encima de mí. Aunque a veces necesite emprender yo también el vuelo.

Creo que llegaré pronto al final de la senda. No me gusta esta parte, he tenido que saltar un agujero en el último momento. Es como si en este fragmento de la llanura hubiesen arrancado toda la hierba y ahora sólo hay tierra mojada. Pero trato de avanzar, no quiero mirar atrás sobre mis pasos, así han transcurrido todos estos años.

De pronto, me veo azotada por una tormenta de arena. Huele a humo de tabaco y me empuja con fuerza, con saña. Me hace permanecer inmóvil para no terminar arrastrada por la superficie. Resistiré. Estoy segura.

…Creía que podría resistir, que llegaría hasta el final. Detrás de la tormenta no vino la calma, sino una mano gigante de un dios pagano que me expulsó lejos de la explanada. Me sentí obligada a mantenerme sobre mis alas, agitando los colores de mi coraza mientras veía al lector envidioso con aquellos ojos gigantes clavados en su libro. Y, sin remedio, tuve que emigrar.


Jorge Andreu

miércoles, 11 de julio de 2012

Icíar Bollaín - También la lluvia

Nunca es tarde si la dicha es buena. Acabo de descubrir a una enorme cineasta: Icíar Bollaín. No sabía nada de ella y ahora sé que tengo que ver todas sus películas, porque si alcanzan la mínima parte de la calidad de Tambien la lluvia (2010) merecerán la pena.

También la lluvia es una historia sobre el cambio que sufre el ser humano en las ocasiones menos esperadas. Sus protagonistas son un descreído y un idealista: Costa y Sebastián, productor y director de cine respectivamente, que viajan a Bolivia para rodar una película sobre la llegada de Colón a América. Pero al llegar a su destino, la intención de rodar una película sobre la brutalidad de los españoles y el papel que algunos miembros de la Iglesia desempeñaron en la época, se encuentran con Daniel, un boliviano que los obligará a viajar hasta la realidad más brutal del ser humano. Una realidad tangible y cruda: la de la Guerra del Agua, que supera con creces la importancia de lo tratado en el largometraje.

Costa y Sebastián son dos protagonistas opuestos en el modo de pensar. Son dos caras de una misma moneda que poco a poco emprenden un viaje hacia la verdad: Costa, desconfiado ante la actitud primaria de Daniel, y Sebastián, iluso que piensa en Daniel como en la estrella de la película. Un triángulo cuyo eje central es el personaje de Daniel, que será tanto el líder de una revolución contra el corte de agua pública como el líder quechua de la tribu en la película. Su papel, doblemente importante en tanto que líder en la realidad y en la ficción, sirve de bisagra para el cambio que experimentan Costa y Sebastián, a la manera del par cervantino de don Quijote y Sancho. Podríamos hablar de la sebastianización de Costa y de la costización de Sebastián.

Con estos tres personajes tenemos una historia que no deja respirar al espectador en ningún momento: ¡hora y media de acción continua, de constantes sorpresas y de paisajes hermosos, destrozados por las necesidades del ser humano! Estremecedor. A mí, al menos, me lo ha parecido. Creo que Icíar Bollaín ha dirigido una obra maestra, creada gracias al guión de Paul Laverty. Creo, en suma, que he descubierto a un par de genios. Porque a los otros dos —Luis Tosar y Gael García Bernal— ya los conocía, y tal vez eso ha sido lo que me indujo a ver la película. Y nunca me arrepentiré.

viernes, 6 de julio de 2012

Woody Allen - Conocerás al hombre de tus sueños

Echaba de menos a Woody Allen. Sí, me gustan sus películas. Muchas personas menosprecian su manera de hacer cine dando argumentos sencillos como que las historias no merecen la pena y luego, en cambio, enaltecen la figura de escritores que no deberían figurar en las listas de novedades ni en premios literarios de renombre. A mí me gustan las películas de Woody Allen, y con esta última he disfrutado como nunca en mucho tiempo. Vuelvo a encontrarme con el humor característico del cineasta y con esas escenas alocadas que terminan por desesperar a cualquiera, desde los personajes hasta el espectador y yo diría que hasta al cámara, que no para de moverse de un lado a otro como si viese un partido de tenis.

Por su título, Conocerás al hombre de tus sueños parece un presagio. Y sin embargo, no es más que una más de las ilusiones que mueven al ser humano, que en ocasiones funcionan mejor que la medicina. La historia gira en torno a la figura de una anciana a quien su marido acaba de abandonar y que, tras sufrir una depresión y varios intentos de suicidios, empieza a acudir a las citas de una falsa adivina que le despierta la ilusión por vivir una nueva vida. Esa ilusión trata de contagiársela a su hija y a su yerno, pero lo único que logra es desesperarlos, absorbida como está por las predicciones de la vidente. A su vez, su hija empieza a sentirse atraída por su jefe, mientras su marido observa por las noches a la vecina de enfrente por la ventana. Y entretanto, el rejuvenecido padre da la noticia de que se va a casar con una chica treinta años menor que él y que dice ser actriz. Una telaraña de historias parecidas que viven de ilusiones, aunque no todas tienen buen pronóstico.

He de reconocer que me he reído mucho con esta película. Es algo que busco cuando voy a por una de Woody Allen. Pero además, esta vez he ido especialmente atraído por Anthony Hopkins y Antonio Banderas, de quienes nunca espero sentirme defraudado y que hasta la fecha no me han fallado. Si los críticos cinematográficos la desprecian, tal vez sea por la sencillez del entramado de la historia, lo cual no quita que me haya parecido bien construida. Es una opinión de un aficionado al cine, no un cinéfilo. Creo que merece la pena echar un par de horas sin perder el tiempo.

miércoles, 4 de julio de 2012

Luis Landero - Caballeros de fortuna

Quienes me conocen de cerca saben de sobra que en mi vida hubo un antes y un después de la lectura de Juegos de la edad tardía, esa espléndida novela con la que Luis Landero entró de lleno en el terreno de la literatura contemporánea para quedarse hasta hoy. Esa novela, que me causó una profunda obsesión porque mi visión de la vida no había sido muy distinta hasta entonces de la ficción que se monta Gregorio Olías bajo su gabardina, y que he leído hasta la fecha tres veces sin descartar una cuarta ni una quinta, fue el principio de una gran amistad. Hoy tengo que confesar que también ha habido un antes y un después de Caballeros de fortuna, su segunda novela, publicada cinco años después de su debut, que sigue en la misma estética que se ha dado en denominar «estética del fracaso», según he leído en algún estudio sobre la obra del autor extremeño: la parte cruda de la vida de esas personas que querían hacer muchas cosas y no llegaron a cumplir ni la mínima parte de sus proyectos. Además, la reciente edición en Maxi Tusquets, de bolsillo, tan cuca como la que conservo de su primera novela, me la traje a casa recién salida del horno: la compré a mediados de mayo y a principios de ese mes había salido a la calle. Como si fuese obra del destino, que a veces se porta bien con sus víctimas.

El regreso al pueblo de don Belmiro Ventura, un viejo ilustrado, convierte al banco de la plaza de España en lugar de reunión de contertulios que reflexionan sobre los acontecimientos que rodean a algunas personalidades destacables de la localidad, como la maestra Amalia o el nuevo líder político don Julio. Así se entretejen varias historias, cada una con elementos que no dejarán indiferente la sensibilidad de ningún lector y que lo hará, de seguro, volver una y otra vez sobre el recuerdo de algunos pasajes deliciosos.

Me parece un prodigio el esqueleto de Caballeros de fortuna: cinco historias que avanzan poco a poco, cada vez más cercanas entre sí, hasta desembocar en un mismo punto como los ríos en el mar. Cinco personajes entrañables, cinco historias apasionantes, contadas con una precisión y una sensibilidad que ya echaba de menos en la narrativa de los últimos tiempos hasta que me he reencontrado con la prosa de Landero. No puedo dejar de sentir cariño por el pobre Esteban y su afán de hacerse rico para poder pretender a una chica de la alta sociedad, ni por el apasionado Luciano que vive como nadie unas clases de música, ni por don Belmiro Ventura, eje central de la trama, personaje quijotesco que ha dedicado en tal medida su tiempo a los libros, que no conoce la pasión de la carne sino por sus lecturas. Unos personajes cuya humanidad trasciende los límites de la palabra escrita para formar ya parte de nuestro pasado, objetivo primordial de la literatura.

Una lectura altamente recomendable, sin duda. Ojalá compartáis la misma experiencia, porque estoy seguro de que vuestra opinión no será muy distinta de la mía. A veces pasa cuando se descubren obras de arte. Yo creo que este es un ejemplo de ello.