lunes, 30 de agosto de 2010

Reflejo de la luna en la playa durante una noche de julio

La luna me maúlla pa que yo menee el rabo

Marea, «Venas con humo y palabras»,
en Besos de perro (2002)


Un banco de pétrea resistencia soportaba el peso de mi cansancio. La llanura casi en calma, sólo agitada por una brisa imperceptible y cubierta del frescor de aquella noche de julio, se extendía ante mis ojos, majestuosa, rematada por espumosas olas. Al fondo, entusiasmados, bajo una toalla, escondidos detrás de las tumbonas, se agitaban dos cuerpos que habían llegado a encontrar un punto en común, superado el debate de las caricias en las mejillas. Una cámara de fotos, a mi lado, inmortalizó con su disparo un instante irrepetible por los siglos de los siglos. Y sobre tanta realidad, la luna contemplaba la escena y con su silueta blanca, esplendorosa, como una mujer rociaba de besos a su amante, un dulce mundo diluido en agua salada y empujado a la hermosura por el viento del sur.

Yo me sentí gato por unos minutos, moví el rabo y recibí el maullido de la imponente pandereta, una música celestial, si en algo se distingue el cielo de la tierra, que me envolvió de perfección, de dulzura, hasta que el maldito rugido del teléfono móvil disolvió el acorde de la costa gaditana.


Jorge Andreu

Para Alberto Cancio, mi fiel pirata,
por presentarme a la luna
y hacerme disfrutar de su esplendor.

sábado, 28 de agosto de 2010

Recuerdos de Santander (Epílogo: Vida)


Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.


José Hierro, «Vida», en Cuaderno de Nueva York (1998)

viernes, 27 de agosto de 2010

Recuerdos de Santander (V. El mar bañado de nubes grises)


Y ahora que yo quería darte
toda mi sangre, que quería...

(¡Qué bello, mar, morir en ti
cuando no pueda con mi vida!)


José Hierro, «Llegada al mar», en Tierra sin nosotros (1947)

miércoles, 25 de agosto de 2010

Recuerdos de Santander (IV. Monumento a José Hierro en el puerto)


Es esta noche, entre las sombras,
cuando mejor podemos verte.
Es esta noche, cuando todos
participamos de tu muerte;
cuando se funde tu apariencia,
tu mar, tus luces, tus relieves;
cuando eres sólo un gran silencio
que en las entrañas se nos muere.


José Hierro, «Noche en el puerto», en Alegría (1947)

martes, 24 de agosto de 2010

Recuerdos de Santander (III. Unas vistas evocadoras)

Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.


José Hierro: «Despedida del mar», en Tierra sin nosotros (1947)

domingo, 22 de agosto de 2010

Recuerdos de Santander (II. Sol, hierba verde y agua al punto de sal)


He abierto de nuevo los ojos. El sol da a las cosas
una lumbre irreal y dorada.
Otra vez son los montes de plata y de verde sereno.
Tiene la tierra el olor virginal de la fruta en la rama.


Repito los nombres que ofrecen un nido,
una bahía de paz a la infancia tronchada.
(El Faro, la Isla de Santa Marina,
pienso en la mole maciza de Peña Cabarga.)


He sentido el rozar de unos pies a mi lado.
Tenía la frente perdida en las nubes más altas.
«Hermosa la tierra», me ha dicho. Y ha vuelto al misterio.
Yo me he puesto a llorar de hermosura, pegada la boca a la tierra mojada.


José Hierro, «Después de la lluvia de otoño», en Alegría (1947)

sábado, 21 de agosto de 2010

Recuerdos de Santander (I. Unos barrotes frente al mar)


Desde esta cárcel podría
verse el mar, seguirse el giro
de las gaviotas, pulsar
el latir del tiempo vivo.


José Hierro: «Reportaje», en Quinta del 42 (1952)

jueves, 19 de agosto de 2010

Regreso de las tierras cántabras

He vuelto. Hace ya casi una semana de todo aquello, pero el tiempo me ha impedido detenerme a escribir mi experiencia. Aunque mi verdadera experiencia la escribiré con más detenimiento en cuanto disponga de una tarde libre con el mar de fondo y la compañía del viento en un campo cercano a mi casa.

Visité cada rincón de Santander: el puerto, el sardinero, el faro, la Magdalena y todo lo que pilla de camino. Sólo me faltaron las tabernas, que serán mi asignatura pendiente para la próxima vez (pediré, como mi buen amigo Adrián ha dicho en su blog, la beca completa para el próximo verano, y si hay suerte y seguimos con buen expediente académico, volveremos por las tierras del norte, donde hemos dejado recuerdos, palabras, fotos y un amigo colombiano, poeta de espíritu bohemio).

(Península de la Magdalena desde lejos)

El curso ha sido espectacular: cada conferencia ha aportado un buen grano de arena, información que hemos asimilado para leer de otra manera la poesía de José Hierro. Los conferenciantes, en su mayoría expertos en el tema y, además, buenos oradores, han contribuido a mantenernos los ojos abiertos durante las nueve sesiones, los cinco días del curso. Philippe Merlo Morat, Pedro J. de la Peña, Jesús Barrajón, Alberto Santamaría, Inés Fonseca y Jaime Siles, entre otros, son los nombres de los ponentes que han hecho de mi lectura de Pepe Hierro —ahora sí— algo verdaderamente enriquecedor. Rectifico, ahora que he dicho los nombres, mi comentario sobre Fanny Rubio que hice unos meses atrás: esta vez no ha sido una conferencia “aburrida y egocéntrica”, como dije, sino que se ha mostrado más académica y ha aportado información valiosa sobre la trayectoria poética del autor estudiado, añadiendo, claro está, su toque personal, aunque no en exceso.

Hemos conocido a gente muy interesante: ya he hablado de nuestro amigo colombiano, Diego, que tuvo la amabilidad de regalarnos sus dos poemarios, pero además hemos conocido a Joaquín Hierro (y a las hijas de éste, encantadoras) y a Marián Hierro (hijos del poeta), que nos han facilitado un medio de contacto para cuando llevemos a cabo algún estudio sobre la obra de su padre —estudio que ya tengo planteado desde el primer día del curso, gracias a la excelente conferencia del profesor Philippe—. También hemos tenido ocasión de hablar con Inés Fonseca, quien también nos ha proporcionado una forma de dirigirnos a ella por internet, y como no iba a ser menos, hablando de famosos, he tenido ocasión de compartir unas palabras con Sofía Nieto, a quien encontramos por casualidad en la cafetería.

(Con la familia Hierro)

(Con Sofía Nieto)

(Con Luis Sepúlveda)

La naturaleza de allí es maravillosa. Hemos contemplado el mar largas horas, acompañados por la brisa de una semana fresca de verano, que era de agradecer, pues en el sur el calor es sofocante. Escribí algunos versos gracias a aquellas vistas, y tanto mi amigo como yo hemos retomado las ganas de escribir relatos, pues varios han sido los acontecimientos y varias las ideas que se nos han ocurrido. En fin, todo un placer que esperamos volver a experimentar, un placer del que ahora me queda la nostalgia.

(Palacio de la Magdalena entre un palacio selvático)

El blog volverá a su actividad habitual, en especial después del día 3 de septiembre —justo después de terminar los exámenes del conservatorio y de comprarme la nueva novela de Almudena Grandes—, así que agradezco la presencia de todos los que estén tras la pantalla, y si hay nuevos lectores después de este viaje, me sentiré muy halagado y espero que disfruten de mis cafés —solos, siempre, con dos de azúcar.

Un abrazo a todos.


Jorge Andreu

Agradezco las fotos a Adrián (Gadi)

viernes, 6 de agosto de 2010

Me voy de vacaciones (y algunos cambios)

Queridos amigos:

Escribo esto para avisar de una ausencia inminente. Sucede que el domingo, a las 8 de la mañana, parto junto con un amigo rumbo a Santander. Nos han becado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo para hacer un curso sobre José Hierro, mi poeta favorito, que durará desde el día 9 hasta el 13. Volveré el sábado 14 de agosto y, según la experiencia, escribiré sobre esos días. Mientras tanto, lo más probable es que no escriba nada para este blog: escribiré poesía y, si el tiempo me lo permite, algún relato, pero todo será para guardarlo y revisarlo para un proyecto que me ronda la mente.

Dicho esto, voy a hablaros de algunos cambios que habréis podido contemplar desde esta mañana. La columna de la derecha se ha poblado de portadas de libros: el cuadro titulado «Estoy leyendo» se ha dividido en varios apartados. Donde dice «Sillón de lectura» colocaré, a partir de ahora, el libro que leo en casa cada tarde después del almuerzo, una hora sagrada para la literatura mientras se reposa la comida. Por ejemplo, en este momento ese hueco lo ocupa La muerte de Virgilio, de Hermann Broch. El apartado inmediatamente inferior está dedicado a mi «Compañero de viaje», esto es, el libro que voy a leer mientras viajo en tren o en autobús. Ahora mismo este hueco lo ocupa Una cuestión personal, de Kenzaburo Oé. Otro rincón he reservado para la poesía: «Mesita de noche», donde pondré el poemario que leo cada mañana para sentirme vivo (un poema por la mañana me revitaliza y me hace ver el día de un modo diferente). En este caso, las Poesías completas (1947-2002) de José Hierro. Y por último, he añadido otro apartado titulado «Escritorio», donde pondré los libros que utilizo para estudiar o las lecturas que requieren anotaciones, como por ejemplo El ruido eterno, de Alex Ross, un ensayo sobre la música del siglo XX que utilizo para una de las asignaturas del conservatorio.

Los cambios de lecturas se deben a varios motivos: por un lado, ya pensaba hacerlo desde hace tiempo porque a partir de septiembre, cuando los exámenes dejen de saturarme, emprenderé lecturas de filosofía y ensayos de diferentes temáticas que requieren paciencia y concentración y que, por tanto, no podré leer en el autobús; y por otro lado, puesto que el domingo me voy a Santander y es un viaje bastante largo, de 10 horas en tren más un trasbordo de 5 horas, no voy a leer a Hermann Broch durante 5 horas seguidas, primero porque es un libro cuya lectura, creo, ha de hacerse como mucho de 20 en 20 páginas (pues de lo contrario la concentración vuela), y segundo porque el mundo es muy bonito y los cristales, transparentes, de modo que disfrutaré mirando la tierra que nunca he pisado —quizás así se me ocurra algún poema.

Estos son los cambios que he realizado para el blog. Como veis, meramente informativos, por si alguien siente interés en qué libro leo a cada momento. No sé a vosotros, pero a mí me gusta ver los libros que lee la gente y no puedo evitar dirigir una breve mirada al viajero que lleva un libro en las manos. Y como ya colocaba la portada de cada libro en el hueco de «Estoy leyendo», he decidido dar más amplitud al hueco de las lecturas, que son una parte esencial de la vida. Por lo demás, todo seguirá como estaba, y espero que por mucho tiempo.

Un abrazo muy fuerte a todos, y espero veros a la vuelta.


Jorge Andreu

lunes, 2 de agosto de 2010

En el césped

Se han caído mis laureles.
Estaba sentada en el césped.

Se han caído mis collares.
Estaba sentada en el parque.

¡Y las hojas me pinchaban,
oh amigo, me pinchaban!

Estaba sentada en el césped
y me empujaste contra el verde.

Estaba sentada en el parque
y contra el verde me empujaste.

¡Y las hojas me pinchaban,
oh amigo, me pinchaban!

Me empujaste contra el verde
y rompiste mis laureles.

Contra el verde me empujaste
y rompiste mis collares.

¡Y las hojas me pinchaban,
oh amigo, me pinchaban!


Jorge Andreu

(El oleaje de la playa que he visitado estos días me ha traído el recuerdo de las cantigas de amigo -y toda la lírica de tipo popular de la Edad Media-, así que no pude evitar escribir una en castellano).