miércoles, 2 de febrero de 2011

Un Chéjov corto de Godard y un sobre de sueño atrasado

Esta madrugada me he olvidado del sueño y me he acordado de Chéjov. Anoche vi en la 2 una película de Iñaki Dorronsoro titulada La distancia, que, dicen, es el olvido. Creo que por más que suponga el olvido para mucha gente, la distancia favorece los recuerdos. Me he despertado, pues, con Chéjov en la mente, sin saber el motivo, y me he dedicado, mientras tomaba un café en mi rincón de la facultad, a rescatar citas de los cuentos que leí este verano en una selección muy interesante. Por casualidades de la vida, una de esas citas era la que sigue:

«Mientras caminaba, iba pensando que la vida depara frecuentes encuentros con personas de buen corazón y que era una pena que éstos no dejaran más huella que el recuerdo. A veces en el horizonte surgen algunas grullas, un viento suave transporta su grito quejumbroso y exaltado, pero al cabo de un instante, por más que uno escrute la lejanía celeste, no verá ningún punto ni oirá ningún sonido; de la misma manera, las personas, con sus rostros y sus palabras, pasan fugaces por nuestra vida y se hunden en el pasado, dejando apenas una huella insignificante en la memoria».

Antón P. Chéjov, «Vérochka» (1887), en Cuentos
(Barcelona, Alba Editorial, colección Clásica Maior, 2004, p. 252)

La otra cita, como rebuscaba entre anotaciones, la encontré una página antes y tampoco me supo mal:

«Una frase, por muy hermosa y profunda que sea, sólo surte efecto en personas indiferentes, pero no siempre puede satisfacer al hombre feliz o desdichado; por esa razón, la mayoría de las veces la expresión más sublime de felicidad o desdicha consiste en el silencio; los enamorados se comprenden mejor cuando callan y un discurso arrebatado y apasionado, pronunciado al pie de una tumba, sólo conmueve a los extraños, mientras a la viuda y a los hijos del difunto se les antoja frío e intrascendente».

Antón P. Chéjov, «Enemigos» (1887), en Cuentos
(Barcelona, Alba Editorial, colección Clásica Maior, 2004, p. 240)

Ahora bien, yo me pregunto: ¿será un buen día el de hoy? He dormido poco, muy poco, pero de camino a la facultad, en el autobús, puesto que las luces van apagadas como si nos incitaran a dormir media hora más, he visto un pasaje de Al final de la escapada, de Godard, en el que Michel Poiccard y Patricia se miraban en silencio. No estaba previsto. Quizá pudiese plantearme escribir una historia en presente donde sucediese todo de manera improvisada. Sería, cuanto menos, divertido. Empezaré por darle un bocado a la tostada.

Buenos días.

Jorge Andreu

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