domingo, 14 de junio de 2009

Días largos (II)

Un poquito de vida cotidiana para terminar la semana. Como el domingo de hace dos semanas, hoy es un día largo y, por ello, recurro al mismo título que utilicé entonces porque no se diferencia en mucho de aquella insoportable jornada. Pocas diferencias hay entre hoy y el domingo que nombro: mañana no tengo que disfrutar de esa larga jornada de la tarde en el conservatorio, una pequeña suerte. Algo en común con aquel día: mañana tengo un examen, otro más, pero ya el último, lo cual sí me agrada muchísimo y significa que a partir del lunes por la tarde mi vida estará desenvuelta de ocupaciones obligatorias y podré dedicarme a las ocupaciones que más me gustan: leer, escribir y vivir lo que espero que sea un buen verano.

Aquel examen de Fonética acústica que tuve el primero de junio, es agua pasada: saqué un 3.25 sobre cinco puntos, lo que, unido al 3.45 del examen de febrero, da como resultado un 6.7 en la nota final. No sé si redondearán o me quedaré con los decimales, pero en cualquier caso me da igual: estoy aprobado, una asignatura menos. Fue bonito mientras duró. ¡Ja!

El jueves de la semana pasada sufrimos mis compañeros y yo unas horas de tensión (y mucho calor, por cierto) que correspondían al examen final de Lingüística, del que salí, a decir verdad, bastante más contento de lo que esperaba. De ocho preguntas sólo hubo dos que no tenía demasiado claras, pero que aun así respondí. Espero aprobar la asignatura, porque como me vea con esa en verano puedo empezar a creer en una existencia suprema y una vida más allá de la muerte, porque lo experimentaría en septiembre, y ya para entonces tendré que experimentar tres exámenes de conservatorio de los que, cuando me den las notas definitivas, dejaré aquí constancia.

Pues bien, decía que hoy es uno de esos días largos en los que uno no sabe qué hacer, o sí sabe qué hacer pero no tiene ganas de moverse, porque entre otras cosas el calor no lo permite, ese calor pegajoso, que no se va ni con cien litros de agua echada por encima ni con un ventilador como el que sopla sobre mí (y que no sirve de mucho). He visto por cuarta vez, si la memoria no me falla, Esta no es la vida privada de Javier Krahe, una película-documental que habla sobre la vida profesional, el arte y las curiosidades de este artista. Es un placer ver cómo tanta gente reconocida en el mundo del arte, más algunos añadidos, más personalidades importantes hablan sobre el talento indudable de Javier Krahe, el mejor juglar que pisa todavía nuestra tierra. También he leído durante un buen rato el nuevo libro que tengo entre manos, Los aires difíciles, de Almudena Grandes, una lectura que tenía pendiente desde que sus majestades los Reyes Magos de Oriente se dejaron caer y cubrieron de una mañana feliz las desoladas calles de este pueblo. Lo empecé anoche y esta mañana he tocado la página 120; quizá esta misma noche toque la 200, porque la cara que me pone el día que me queda…

Me muero de ganas de que terminen los exámenes de selectividad. Y eso que yo no los hago, ya tuve que aguantar esas horas de tensión que al final no supusieron el menor problema a la hora de escribir sobre la novela, sobre Platón, sobre Fidias, sobre Tucídides y sobre Virgilio. Pero, en cualquier caso, estoy deseando que terminen esos tres días, motivos me sobran y casi todos los conocen.

Ahora de lo que tengo ganas es de entretenerme con algo, y qué mejor en estos momentos para saciar esa sed que la literatura. No sé si hay gente leyendo esto detrás de sus pantallas, espero que sí —algunos me lo han dicho—, pero de todas formas seguiré aquí hasta que el cuerpo aguante, hasta que aguante mi voz.

Saludos.

Jorge.

2 comentarios:

Yo dijo...

Yo suelo estar detrás de la pantalla, aunque no me deje ver a menudo = )

Ojalá me toque verte este verano, un besazo.

Jorge Andreu dijo...

Mientras estés detrás de la pantalla y leas lo que escribo, me harás compañía, tanto literaria como amistosa. Gracias por comentar.

Un abrazo muy fuerte.