domingo, 10 de noviembre de 2013

José Hierro - Tierra sin nosotros (1947)

En los años posteriores a la Guerra Civil Española surgió una corriente estética denominada «poesía social», que en teoría abarca, en forma de testimonio poético, las experiencias de aquellos intelectuales comprometidos con su entorno. Aunque no nos guste incluirlo en esa estela, de acuerdo con un cada vez más amplio sector de la crítica literaria, en principio uno de sus máximos representantes fue el santanderino José Hierro, nacido en Madrid pero afincado desde muy temprana edad en Santander, la bahía de su admirado Gerardo Diego. 

Encarcelado en más de una ocasión por sus ideas republicanas, dolido con la época llena de injusticias que le tocó vivir, Hierro es autor de una de las mayores muestras de lo que parece destacar entre los testimonios de la poesía social: Tierra sin nosotros. Por muy diversos motivos, su primer libro, publicado en 1947, es un abanico de posibilidades para el estudio de la poesía española de posguerra, que esclarece la situación histórica en que se inserta y sirve como punto de partida para un extraordinario desarrollo literario que abarcaría hasta el año 1998, en que el poeta, después de navegar por cien mares y atracar en cien riberas, escribe su fabuloso Cuaderno de Nueva York.

Desde una visión subjetiva filtrada por el recuerdo, José Hierro imprime sobre el papel un testimonio de ese grupo herido por el fin de la contienda y obligado, en el mejor de los casos, a la sumisión. Con el paisaje santanderino «Enfrente» en un momento en que todo estalla sin previo aviso, el poeta rescata aquellas imágenes de la naturaleza que dejan constancia de la situación histórica del país: una gaviota que sobrevuela por un cielo de ceniza, la luna que permanece impasible ante la muerte de los hombres, las hojas del otoño. Elementos todos que ayudarán al «Recuerdo» individual desde el que nuestro poeta lanzará la imaginación hacia la visión global del hombre de su tiempo. El testimonio se vuelve colectivo en la tercera parte, «Nosotros», encabezado por uno de los mejores poemas de toda su obra, «Generación», donde hallamos una de las claves más importantes de este libro: que «el dolor nos hace hombres» y, por tanto, nos mantiene unidos en la adversidad

Por otra parte, en su cuarta sección, «Oraciones», Hierro ofrece, a modo de pausa, una serie de imágenes que han vuelto a la individualidad, pero no ya de un hombre particular, sino de un hombre hecho de todos juntos, que con sentimiento de culpa se reprocha a sí mismo el haber tenido el alma dormida. El pasado ha convertido al hombre en algo extraño, muy distinto de lo que el hombre quería ser. Por eso en la «Tierra sin nosotros» de la última sección, que da a su vez título al poemario, se muestra a la generación de republicanos abatidos por la guerra, formando un conjunto, como compañeros de la misma tierra. Finalmente, el libro se cierra con un estremecedor epílogo de incertidumbre que obliga a pensar en un futuro esperanzador pero difuso, porque hemos de beber las brisas «sin saber a dónde nos llevan…».

Se trata, pues, de un libro de testimonios engarzados entre sí por un tono melancólico, mediante el cual los poemas se explican por sí solos y explican sus contornos. El ritmo nervioso, la insistencia en los elementos naturales, el valor del nosotros como eje principal, todo ello hacen de este libro una obra fundamental de la poesía de posguerra. Sin embargo, los lectores más ávidos de José Hierro y de su finalidad poética descubren en estos cuarenta poemas el primer eslabón de una obra literaria de gran enjundia a la que merece la pena asomarse.

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