viernes, 5 de octubre de 2012

Pedro Almodóvar - La piel que habito

¿Cómo puede una escena final estropear dos horas de hilo argumental sin descanso? ¿Acaso se caen los edificios al colocar un cuadro en la pared? Hay algo que no me cuadra: jamás había sentido este vacío después de una película que durante dos horas me ha dejado la boca abierta. Es la primera vez que he tenido que echar la mirada atrás y pensar si la historia merecía la pena hasta llegado el momento en que se desinfló. Es el caso de la última de Almodóvar: La piel que habito.

Protagonizada por Antonio Banderas y Elena Anaya, es esta la historia de una venganza, de las más crueles y sutiles que he conocido. El doctor Robert Ledgard trabaja en la elaboración de una piel capaz de resistir todo tipo de agresiones externas, incluidas las quemaduras, pero sensible al mismo tiempo a las caricias. Su cobaya es una chica a la que mantiene encerrada en secreto en su casa y con la que sostiene una suerte de relación sentimental. Pero nadie sabe lo que se esconde tras esa relación, cuyos sentimientos han mudado como la piel de una serpiente, gracias a la colaboración de una tercera persona encargada de guardar el secreto de su ilegalidad. 

Pese a lo dicho arriba sobre la última escena, yo soy de los que piensan de acuerdo al poema de Cavafis: es más importante el camino que la meta, pues de lo contrario, ¿de qué servirían las comedias románticas si sabemos que los protagonistas terminarán enamorados; para qué interesarnos por El crepúsculo de los ídolos si sabemos que el protagonista cuenta su historia desde la muerte? La interpretación de Antonio Banderas, sobre todo, pero también la de Elena Anaya; la narración retrospectiva que reconstruye el presente desde una desgracia familiar; la atmósfera de misterio sobre el comportamiento del personaje principal que envuelve toda la película; todos estos son, creo, motivos más que suficientes para no pasar por alto el largometraje, por no hablar de la cantidad de premios con los que ha sido reconocida, aunque la última escena nos deje con la sensación de haber perdido el tiempo.

En el transcurso de la película asistimos a algunas revelaciones que pueden despertar más de un debate. Por ejemplo, ¿puede una persona permitirse una venganza tan extrema? No desvelo nada con decir que a veces las injusticias se pagan por mano propia: de motivos así está llena la historia de la creación artística. Si por alguna causa merece la pena esta película más que por otra, en mi opinión, es por la eficaz interpretación de un hombre sin escrúpulos encarnado por el grande, siempre grande, Antonio Banderas. Sólo le faltaba un cambio en el final, o sencillamente el mismo con cinco minutos más de trabajo para que no pareciera tan vacío.

4 comentarios:

Aurora Lejana dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo, Jorge. Aún así "La piel que habito", junto con "La mala educación", a mi parecer, son de las mejores de Almodóvar. He de decir que es un director que no me atrae mucho. Besitos!

Jorge Andreu dijo...

A mí nunca me ha atraído Almodóvar. Pero también tengo una laguna muy grande sobre su filmografía, así que cuando vea dos o tres películas más -La mala educación está en la lista- podré juzgarlo un poco más como director. Hoy por hoy, me quedo con la película y lo cierto es que La piel que habito tiene mucho de valioso, salvo el final.

Un besito

Jorge Andreu

Pedro García dijo...

Compartimos el mismo sentimiento a ese final

Jorge Andreu dijo...

Me alegro de que coincidamos, Pedro.

Un saludo

Jorge Andreu